Por Beto Rodriguez

El Dakar es un desafío único, pero este año, en pleno desierto saudí, comenzó con algo inesperado: una tormenta de arena. En mis años cubriendo este evento, nunca había vivido algo así, y estos primeros días me recordaron por qué este rally es una de las experiencias más extremas del mundo.

Llegamos al vivac un día después de que algunos de los compañeros de producción se adelantaran. Ellos disfrutaron de un clima amable, pero para cuando llegamos, el calor, el viento y la arena ya comenzaban a mostrar su fuerza. Sin embargo, en el vivac también se respira el espíritu del Dakar: los talleres rugían con los sonidos de motores y herramientas, mientras los mecánicos trabajaban sin descanso. En las áreas de catering y distracción, los equipos y la prensa compartían risas y momentos de distensión, un respiro necesario antes de las largas jornadas que nos esperaban.

El paisaje era una mezcla mágica de montañas teñidas de tonos ocres y las icónicas estructuras del Dakar: los podios, las banderolas y los tinglados gigantes que anunciaban que estábamos en el corazón del rally más famoso del mundo.

El primer día fue un carrusel de emociones. Los reencuentros con colegas de todas partes del mundo marcaron la mañana, con abrazos y anécdotas que reflejaban la alegría de estar nuevamente juntos. Sin embargo, pronto llegó el momento de trabajar. Buscar entrevistas con pilotos nunca es fácil: mientras algunos se muestran accesibles y dispuestos, como Nasser Al-Attiyah, otros, como Carlos Sainz, son más reservados. “Solo cinco minutos”, dijo el madrileño, recordándonos que, incluso en el desierto, las estrellas siguen jugando su rol.

En medio de estos desafíos, agradecí haber traído conmigo mi kit esencial: mate y tereré. En las mañanas frías, el mate fue el compañero perfecto para calentarnos antes de arrancar el día, y al mediodía, cuando el sol empezaba a picar, el tereré se convirtió en un oasis refrescante en el desierto. Compartir este ritual con otros colegas, curiosos por nuestra tradición, fue un momento que rompió las barreras culturales y nos acercó aún más.

La sala de prensa, como siempre, fue un espectáculo en sí misma. Idiomas de todo el mundo llenaban el espacio, creando una atmósfera caótica pero vibrante. Al lado mío, un hombre enorme, probablemente ruso, dejó claro que había olvidado algo esencial: el desodorante. Pequeños momentos como este nos recuerdan que el Dakar no solo es una prueba para los pilotos, sino también para quienes estamos detrás de escena.

El día terminó con el montaje de mi carpa, donde descubrí que había olvidado algo importante: el soporte del teléfono para el trípode. Aunque al principio me molestó, aprendí que en el Dakar hay que improvisar, pedir ayuda y adaptarse.

Así arrancó mi aventura en el Dakar 2025: con tormentas de arena, desafíos, momentos de risa y, por suerte, el mate y el tereré que me conectan con casa incluso en medio del desierto. Esto recién comienza, y las historias que el Dakar tiene para contar prometen ser inolvidables.

Continuara.  .  .  .  .

Publicado el
5/1/2025
 en 
Automovilismo

Mas sobre 

Automovilismo

VER TODO

Sumate a nuestro Newsletter y obtené nuestras nuevas
publicaciones en tu correo

No te enviaremos spam nunca. Leé nuestra Política de Privacidad
Thank you! Your submission has been received!
Oops! Something went wrong while submitting the form.