uando el sol comenzó a despuntar sobre las dunas de Bisha, el campamento despertó lentamente, sacudiéndose el polvo de la tormenta de la noche anterior. Los primeros rayos de luz revelaron el estado en que había quedado todo: carpas maltrechas, equipos cubiertos de arena y rostros que mezclaban cansancio con determinación. A pesar de todo, había una energía particular en el aire, como si el amanecer del desierto trajera consigo un borrón y cuenta nueva.
PH: A.S.O./A. Vincent/DPPI
Nos levantamos entre bostezos y con arena aún en los ojos. Un café caliente, aunque rústico, fue el bálsamo que nos permitió recargar fuerzas. A nuestro alrededor, los equipos ya estaban en marcha: mecánicos ajustaban motores, pilotos repasaban rutas, y el personal logístico organizaba la jornada. El campamento era un hormiguero frenético, una escena de caos perfectamente sincronizado para las pruebas del Shake Down.
Como periodistas, nuestro día comenzó con entrevistas rápidas y un intento de captar el espíritu del Dakar. Los veteranos hablaban con la calma de quienes ya han domado el desierto, mientras los novatos tenían esa mezcla de entusiasmo y nerviosismo que hace de esta competencia algo tan único. Cada palabra y cada gesto eran una pieza más en el rompecabezas de esta gran historia que estábamos allí para contar.
El calor del día empezó a sentirse pronto, y con él, llegó la primera largada del Shakedown. Desde el campamento, se escuchaban los rugidos de los motores que marcaban el inicio de la aventura para los competidores. Los vehículos, desde imponentes camiones hasta motos ágiles, desaparecían en la inmensidad del desierto, dejando tras de sí una estela de polvo que se perdía en el horizonte par retornar después, algunos conformes y otros con la desazón del infortunio marcado por algún desperfecto que forma parte de los preparativos.
Así se cerraría la previa para esperar la jornada del día tres en donde una especial o prologo armaría el primer pelotón de marcha con los más rápidos del día. Después, ya todo será diferente con la mente puesta en derrotar al temible desierto árabe en medio de sus paisajes de arena y sus esperanzas de gloria.