Capítulo 2: Dakar, la tormenta imperfecta

a en Bisha, llegamos al campamento base, el epicentro de nuestra cobertura y del movimiento del Dakar. El aire olía a adrenalina y motores, mientras los equipos trabajaban sin descanso para afinar los detalles finales antes de la largada. El lugar, a primera vista, parecía un oasis organizado en medio del desierto, pero pronto descubriríamos que el desierto no se somete a ningún control humano.

^{PH: A.S.O./C. López}

El primer día transcurrió entre entrevistas, notas preliminares y la observación del trabajo meticuloso de los mecánicos y pilotos. Todo parecía marchar conforme a lo previsto, hasta que, hacia el final de la jornada, el cielo comenzó a teñirse de un ominoso color naranja.

Una tormenta de arena, rápida y feroz, llegó sin previo aviso. En cuestión de minutos, el viento sopló con tal fuerza que el campamento entero se convirtió en un caos polvoriento. Las carpas comenzaron a tambalearse, y algunas, incapaces de resistir, salieron volando como hojas de papel. Otras quedaron en su lugar, pero “inundadas” de arena que se coló por cada abertura posible.

Dentro de las carpas, la sensación era de estar atrapados en un reloj de arena gigante. Todo, desde los sacos de dormir hasta los equipos de trabajo, quedó cubierto por una capa de polvo que parecía querer recordarnos dónde estábamos: en el corazón del desierto, donde la naturaleza tiene siempre la última palabra.

El sonido del viento era ensordecedor, y los intentos de proteger nuestras pertenencias fueron en vano. Nos reíamos entre la desesperación y la incredulidad, tratando de ver el lado cómico de una situación que parecía salida de una película de desastres. La tormenta se prolongó durante horas, y cuando finalmente cesó, el campamento lucía como un campo de batalla.

Con arena en los bolsillos, el cabello y hasta en los dientes, nos dimos cuenta de que este era solo el comienzo. El Dakar no es solo una prueba de velocidad y resistencia para los competidores, sino también para quienes lo documentamos. Y con la primera tormenta detrás de nosotros, ya nos sentíamos más que iniciados en esta aventura sin igual.